viernes, 3 de julio de 2009

Pude ser un ladrón del siglo XXI



Cuando terminas tu carrera universitaria y te ves con el título debajo del brazo piensas que el mundo empresarial se va a rendir a tus pies. Mientras el tiempo pasa y muchas puertas comienzan a cerrarse, las expectativas van bajando y la búsqueda de empleo se vuelve menos selectiva.

Empiezas a enviar curriculums para puestos que ni te habrías planteado en un principio y, a la vez, intentas buscarte la vida -mientras esperas la llegada del puesto añorado- realizando todo tipo de trabajos. De algunos de ellos tendré la oportunidad de hablarles aquí.

Pues bien, consecuencia de esa espiral trabajo-búsqueda de empleo, una tarde de primavera me vi frente a un tipo del que no conservo ningún recuerdo en una oficina simplona, en la entreplanta de un céntrico edifico de la principal calle peatonal de Zamora.

La entrevista de trabajo respondía, como no podía ser de otra forma, al envío de mi currículum para un puesto que, cuando me avisaron, casi ni recordaba. Después de los primeros formalismos, dirigidos a romper el hielo, mi interlocutor comenzó a contarme cuáles serían los cometidos del nuevo trabajo.

Para mi asombro, mientras las palabras salían de su boca, comencé a imaginarme convertido en todo un gángster, una mezcla de matón y recaudador. En pocos minutos me di cuenta que no era mi trabajo soñado, pero todavía faltaba la puntilla.

Aunque imagino que, a esas alturas del encuentro, mi entrevistador ya se debía de haber dado cuenta de que el empleo no me llamaba mucho la atención, mi estupor creció cuando todavía se atrevió a informarme de que para desempeñar el puesto tendría que presentar un aval, garantía que permitiera resarcirse a la entidad en caso de un posible robo de fondos por mi parte.

Salí de aquella oficina, baje las escaleras, caminé por la calle peatonal rápidamente, deseando llegar a casa y contarle a mis padres la esperpéntica entrevista que acababa de tener. Los comentarios con mis amigos vendrían después. Evidentemente, mi familia se quedó perpleja: ¡un aval para trabajar! , ¿dónde se ha visto eso?

Supongo que algunos de vosotros ya tendréis una ligera idea de cuál era esa "empresa" para la que hice la entrevista y cuál sería el cometido asignado. Claro que sí, se trataba de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) y el cometido, como representante en la provincia, era visitar todo nuevo establecimiento hostelero que se creara para exigir el pago por "poner música, televisión", asistir a cualquier evento o sarao con asistencia de público para supervisar la venta de entradas y reclamar la parte correspondiente, ser corresponsal en la BBC (bodas, bautizos y comuniones), etc., etc.

De haber aceptado aquella estupenda propuesta, tal vez ahora mismo estaría almorzando con Teddy Bautista o disfrutando de un maravilloso concierto privado de Ramoncín. Hoy, estaría dedicado a perseguir a los ladrones del siglo XXI, sí, sí a todos vosotros, presuntos piratas, que compráis en el top-manta, os bajáis música y películas de internet, compráis cámaras de fotos digitales y tarrinas de cd´s y dvd´s, pagando un canon digital que pondría a salvo mi aval y permitiría a mis padres dormir por las noches.

¿Quién es entonces el ladrón? Tal vez el que se queda con una parte de mi dinero pensando en que voy a cometer un delito, cuando compro un cd o una cámara de fotos, que es curiosamente el mismo que también demuestra presunción de culpabilidad en sus propios trabajadores, a los que se les exige, o exigía, un aval por si se llevan el dinero de las recaudaciones. Si Don Vitto levantara la cabeza.

Estoy convencido de que alguna de las muchas entrevistas de trabajo que he realizado ocupará algún espacio aquí en el futuro. Mientras tanto, ¿cuál ha sido vuestra experiencia en este terreno?, ¿habéis hecho alguna entrevista para algún puesto "raro"?, ¿qué hubiera pasado si hubieses aceptado aquél puesto? Como siempre, espero vuestros comentarios.