jueves, 22 de abril de 2010

lunes, 19 de abril de 2010

Un trabajo para soñar



Hace algún tiempo les traje la historia de una curiosa entrevista de trabajo que mantuve años atrás y, en aquel momento, les prometí que volvería sobre el tema.

Pues bien, ha llegado la hora de recordar la primera de las muchas entrevistas laborales que he tenido que realizar, como supongo que ustedes, a lo largo de mi trayectoria profesional.

La verdad es que la recuerdo no por ser la primera si no, más bien, por lo peculiar que fue. Los recuerdos son algo difusos, por ejemplo ignoro exactamente en qué año se produjo (1988, 89 ó 90); sin embargo, recuerdo que la posibilidad de trabajo llegó de la mano de uno de mis mejores amigos y compañeros de clase cuando estábamos estudiando la carrera de Psicología en Salamanca.

Acudí a la cita, junto con mi amigo, sin mucho ánimo y con bastantes reticencias. La información que había era poca y todo se concretaría en el encuentro marcado. Lo primero que me sorprendió fue que la entrevista tendría lugar en la propia casa del entrevistador, un psicólogo especialista en terapias psicoanalíticas que utilizaba parte de su vivienda como gabinete profesional.

El tema no me atraía en absoluto pues mis preferencias y expectativas laborales no iban encaminadas en esa dirección. Después de los saludos iniciales y supongo que una invitación a café, nos sugirió que nos presentáramos. No recuerdo si hablé en primer o en segundo lugar, pero sí que mis palabras salían con dificultad de mi boca y en un tono demasiado bajo. La seguridad y el aplomo de mi compañero debieron contrastar aún más con mi término de comparación.

Si la memoria no me falla, el entrevistador pasó luego a concretarnos la oferta laboral. Es una pena carecer de algún testimonio gráfico de las caras que imagino que comencé a poner cuando el psicólogo clínico nos iba explicando el contenido de nuestro trabajo. Si recuerdo bien, sus terapias se basaban en un adecuada relajación del paciente, lo cual se conseguía gracias a un colchón que, curiosamente, el vendía a sus pacientes. Sí, sí, han escuchado bien, los pacientes que acudían a su consulta debían salir de ella con un colchón bajo el brazo. Ese debía ser nuestro objetivo.

De los aspectos meramente laborales y crematísticos no consigo acordarme, supongo que se trataba de un trabajo a comisión que, en realidad, nada tenía que ver con la psicología clínica.

Desconozco si vendió o no muchos colchones, e incluso si ahora pueda ser uno de los máximos accionistas de Lo Mónaco. Semejante individuo, que responde a las iniciales de J.S., supongo que no habrá llegado a mucho en el campo de la psicología clínica. Desde luego así lo espero por el bien de sus pacientes y de la profesión.

Psicólogos como éstos y otros charlatanes capaces de curar cualquier tipo de trastorno han hecho muchísimo daño a la profesión, introduciendo oscurantismo y palabrería a una labor que debe ser ejercida con dignidad y exhaustiva profesionalidad, amén de otra serie de principios éticos y deontológicos que no es el momento ni el lugar de recordar.

Pero, ¿y ustedes?, ¿también han tenido entrevistas de trabajo curiosas?

miércoles, 14 de abril de 2010

Buceando en la memoria

El domingo pasado, intentando buscar algo medianamente digerible en la televisión para acompañar la sobremesa, me topé en un canal autonómico con una película que en su momento, allá por 1990, me quedé con ganas de ver, "Despertares".

La película, basada en hechos reales, narra la historia de un neurólogo que cambia el modo de ver y de tratar a un grupo de pacientes internados en una institución para trastornos mentales. Su capacidad para saber mirar de otra forma a esas personas en estado casi catatónico, consecuencia de una epidemia de encefalitis letárgica que sufrió Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, junto con su apuesta por un innovador tratamiento con una sustancia denominada l-dopa consiguen resultados alentadores sobre todo en Leonard, uno de los pacientes interpretado por Robert De Niro.

La historia está basada en las experiencias del eminente doctor Oliver Sacks, al que da vida en la película Robin Williams, aunque bajo otro nombre.

Este famoso neurólogo es autor de libros tan extraordinarios como "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", un magnífico relato de curiosísimos casos clínicos escrito de forma muy amena.

Eduard Punset, en su programa Redes, entrevistó a Sacks en su casa en el año 2006.


www.Tu.tv


La película y la figura de Sacks me hicieron recordar mis tiempos de estudiante de Psicología y recuperar mi interés por aspectos como la memoria y la pérdida de ella. Tal vez por eso, incoscientemente, este blog este dedicado a mis recuerdos y las emociones que despertaron.