viernes, 7 de mayo de 2010

Canciones, descubrimientos y amigos especiales

Un consejo para saborear esta entrada. Arranquen el siguiente vídeo y escuchen la canción mientras leen el texto.



Hace tiempo que debería haber escrito ésta u otra entrada similar, aquí o en cualquier otro lugar. Sencillamente, se lo debía.

Gracias a ellos descubrí algunas cosas muy importantes en mi vida. No piensen en nada trascendental o profundo, más bien son pequeños detalles pero que, vistos ahora desde la lejanía del tiempo, han conseguido hacerme un poco más feliz.

Santi y Fermín, dos chicos algo mayores que yo, que venían de la capital, concretamente de Torrejón de Ardoz, que habían nacido en Canadá y que tenían unos primos holandeses. Vaya cóctel para un chico de provincias como yo en aquellos últimos años de la década de los 70.

Su abuela, vecina del barrio, enseguida nos presentó para que nuestra pandilla jugara con ellos. No recuerdo por qué razón enseguida conectamos, cosa que no ocurrió con el resto de amigos y que nunca dudaron en reprocharme ("ya verás cuando se vayan", "luego no nos llames a nosotros"). Cosas de niños pero que, en su momento, eran tremendamente importantes y trascendentales. Eran momentos de duda, de tensión, sobre todo cuando tenías que elegir "inmediatamente" entre jugar al rescate con tu pandilla de siempre o descubrir cosas diferentes con tus nuevos compañeros.

Con los amigos de todos los días quedabas en la calle, jugabas en los alrededores y casi nunca subías a sus casas, solamente si habías quedado en pasarlos a buscar. Lo de estar en casa jugando no se llevaba en aquella época, pues ¿a qué ibas a jugar? Ni un buen partido de fútbol ni un rescate se podían jugar entre cuatro paredes.

Sin embargo, mis nuevos amigos me brindaron enseguida amablemente la posibilidad de subir a casa de su abuela para hacer cosas que yo desconocía. No, no piensen mal, eso vendría algo más tarde.

Los canadienses, como los llamábamos nosotros, tenían radiocasette y cascos, algo de lo que carecíamos la mayoría de nosotros en aquellos días. Si algún joven de hoy en día leyera esta historia mientras escucha música con su mp4, ipod o teléfono, pensará que lo que cuento es imposible. Pero no, a finales de los setenta, casi ningún niño disponía en casa de ningún aparato de música, salvo la radio.

Sin embargo, la cosa no quedaba ahí, era aún más grave. la música que traían para escuchar era grabada de discos originales, de los LP de 33 revoluciones, que escuchaban en una cadena de música con pletina para cintas. ¡Uf!, eso ya era demasiado, unos amigos medio extranjeros con cadena de música. Ahora eso sí, estaban bien enseñados y me decían que sus padres les hacían echar unas monedas después de escuchar música para que, con ese dinero, se pudiera cambiar la aguja que leía los discos y que supongo costaba una cantidad importante de pesetas.

Pero, ¿qué música traían? Pues, básicamente, una cinta de "Equinoxe", de Jean Michel Jarre, en la que al final, para aprovechar el espacio y no dejarlo en blanco hasta el final de la cara, habían grabado el himno de Canadá.

Gracias a ellos descubrí la música electrónica que, con el tiempo, me acercaría a otros autores como Vangelis, Mike Oldfield, Alan Parsons, Kítaro, etc. Pero lo importante no fue el descubrimiento de ese tipo de melodías, si no el placer de escucharlas tranquilamente, eso me parecía algo de mayores. Había llegado el momento de no estar todo el día corriendo de acá para allá, había que hacer otras cosas.

Recuerdo perfectamente como en una habitación de dos camas nos tumbábamos a escuchar la cinta, una y otra vez, imaginando lo que quería trasmitir, relacionando cada acorde con algo conocido, aprendiéndonosla casi de memoria.

Los humanos aprendemos por repetición y hay músicas y letras de canciones que permanecen escondidas en nuestra memoria, muchas veces sin que seamos conscientes de ello, de tanto haberlas escuchado. En otra ocasión les hablaré de mis visitas a la Fonoteca de Zamora, un lugar donde se podía escuchar la música que nos gustaba para todos aquellos que no teníamos dinero ni medios para hacerlo en casa.

Nos quedamos en aquella habitación de Maxi, o de "la zarzosa" como la llamaban en mi casa, pero que no era otra que la abuela de los canadienses. Allí también descubrí algo muy importante en mi vida, pero esa será otra historia.

4 comentarios:

luis irles dijo...

El recuerdo de los momentos felices que hemos vivido en nuestra adolescencia es siempre hermoso, aunque esté por lo general teñido de melancolía, porque quien recuerda sabe muy bien que medita sobre momentos que pertenecen al pasado. La vida, con sus hermosuras y con sus tristezas, es siempre transformación y cambio, un continuo y desasosegado ir y venir de la luz a la sombra y de la sombra a la luz; esa percepción de la vida y, sobre todo, de la vida cotidiana creo que está muy presente en tus magníficos textos.

Un cordial saludo,
Luis

Ps. Excelente el Equinoxe 4 de Jean Michel Jarre

Isabel Martínez Rossy dijo...

Hay personas que estarán siempre presentes en nosotros, porque nos abrieron otros horizontes, porque nos descubrieron otras formas de hacer y pensar en un momento de nuestra vida en el las posibilidades y ganas de experimentar fueron haciendo de nosotros lo que ahora somos (y que no hemos perdido)... un precioso homenaje para ellos, Náufrago...y un estupendo recuerdo musical
Un abrazo

Hector dijo...

Bueno robespierre me animo a dejarte un comentario por vez primera,para animarte a que sigas con este blog,lleno de anecdotas e historias de todo tipo, espero que te queden mas por contar. Esta ultima en especial me ha encantado ya que la mayoria de mis gustos musicales proceden de tu discografia personal desde "Midnight Oil,M.Oldfield,Queen,Jarre y los incombustibles Supertramp.Bueno no me enrrollo mas solo decirte sobre este tema que si un dia me animo a abrir un blog y el tema es de las personas que han marcado mi vida sin duda tu tendrias un puesto indiscutible,un saludo de tu sobrino que te quiere.

Náufrago dijo...

Luis, ¡qué razón tienes cuando hablas de melancolía y de cambio! En un momento de la vida en que siento necesidad de mirar atrás, tus sabias palabras invitan a seguir buceando en mi memoria en busca de esas situaciones que marcan un antes y un después.

¡Qué importantes son nuestros compapañeros de viaje!, ¿verdad, Isabel? Muchas veces no somos del todo agradecidos con aquellas personas que han marcado de una u otra forma nuestra vida. A tí te agradezco siempre tu sensibilidad.

Héctor, no te imaginas la ilusión que me ha hecho verte por aquí. Realmente me he emocionado. Ya habrá tiempo aquí de hablar de tí. Cuando las bodas de oro de los abuelos, en la presentación que les hicimos, ya destaqué que contigo llegó el color a nuestras vidas y estoy convencido que, en gran parte, el niño que llevo dentro se ha conservado gracias a tí. Un abrazo enorme.